Por qué Telas de araña con bastón, canario y abanico
Porque vi una vez, en una exposición, un cuadro con este título. Y me gustaron, el título y el cuadro que, por cierto y eso fue lo que me llamó la atención y me hizo estar un buen rato mirándolos - a los dos, saltando con los ojos del uno al otro -, no parecían corresponderse ni guardar ninguna relación.
Hoy, muchos años después, cuando por azares de la vida que
no vienen al caso me encuentro con este dominio y este hosting o alojamiento
web o como demonios se llame, mi primer impulso es borrarlo todo, dejarlo vacío
y ahí, aparcado a la espera de que alguna vez se presente ocasión de utilizarlo
en algo práctico, o interesante, o divertido, o yo qué sé…
Pero, bueno, y creo que es normal y le habría sucedido a
cualquiera, no puedo evitar el antes recorrerlo, haciendo clic aquí y allá, al
puro buen tuntún, unas veces en “Prosa”, otras en “Poemario” otras en “El
despertador de la señorita Susi” para encontrarme, en este último, un
destartale tan imposible e ilógico que me hace recordarlos, al título y al cuadro.
Hoy, muchos años después – no, no me estoy confundiendo y
repitiendo que por azares de la vida que no vienen al caso me encontré y tal y
cual y esto y lo otro, es que han vuelto a pasar muchos años – ahí sigue, sin
borrar ni vaciar y con sus destartale imposible y no ya sólo en el despertador
de marras sino con los destartales que con mi propia mano y a mi propio y muy personal criterio le he ido añadiendo, no ya al despertador, sino, a mi propio y muy personal y puede que hasta muy discutible criterio, a todo cuanto me ha ido viniendo a la mano.
Hasta aquí leí el mismo día en que heredé este dominio, y este alojamiento y esta web que no imaginé que fuese a darme tantos quebraderos de cabeza ni a quitarme tantas horas de sueño.
Me puse de pie, y porque fuese de noche,
o estuviera cansada o tuviese hambre o sueño — que por entonces dormía yo
todavía muy bien — no me ocupé en apagar el ordenador y me fui directamente a…
Ah, ya me acuerdo, era hambre porque me fui directamente a la cocina y me aliñé
una ensalada Cesar, Florette, aunque quité
el pollo — porque por aquella época tuve una temporada que fui vegetariana —,
que se lo di al perro porque, hasta donde yo le entiendo y que es bastante,
nunca ha manifestado deseo de ,como mamá, ser vegetariano.
Y, cuando me disponía ya a apagar las
luces, conectar la alarma, coger el móvil de encima de la mesa escritorio y dar
al Jerry la galleta de siempre de antes de irnos a la cama, escuché los
lamentos de Carmela reclamando mamá, en todo el día no nos has cambiado la
arena.
Así que, en vez de volver al despacho — despacho,
¡joder!... La idea no fue mía ni se me hubiese ocurrido jamás de la vida motu
proprio; pero, ¿a que suena bien? O
por lo menos a mí me gusta, me hace sentir importante, intelectual, culta, respetable,
no sé…— acudí a atender sus demandas y ponerles, como todas las noches, en un
par de platitos, su par de consabidas sempiternas latitas de paté.
Pero, ahora, que veo en el reloj del
ordenador que son las 17:55, me acabo de dar cuenta de que llevo todo el dia
sin comer, y de que como no tengo nada en la nevera ni una mamá a la que
maullar como Carmela me tengo que poner el manto y las cuentas, que
decía mi madre — o a lo mejor era mi padre, como hace ya tanto, pero parece que
se le viene a una más a la boca, no sé por qué, decía mi madre —, y
bajar al Carrefour a por un sándwich.